La ruta de La Ribera nos permite encaminarnos por sus llanuras, perdernos en sus ricos valles atravesados por caudalosos ríos y nos ofrece la posibilidad de sentirnos intrusos en el intenso silencio de sus campos
El viento del cierzo, frío y seco traspasa los muros del Monasterio de Nª Sª de la Oliva. En su interior, nos sorprende la austeridad del Cister y la vida monacal donde el tiempo permanece atrapado en el arte de sus piedras.
Nos acercamos con paso curioso a poblaciones como Ujue, Olite y Tafalla que se configuraron en elevados promontorios buscando la seguridad de quien podía divisar al enemigo mucho antes de su llegada.
El ambiente histórico impregna cada una de las estrechas calles empedradas de estas villas y rompe la barrera del presente para aquellas personas que quieran conocer la historia a través de sus desnudas fachadas y amplios portalones.
En lo alto de Ujue y presidiendo un entramado de calles laberínticas, se erige el Santuario de Santa María. En su iglesia aun se conserva una bella talla de la Virgen forrada de plata que permanece apartada del mundo tan solo por una enorme rejería gótica.
Templo de grandes devociones, conserva dos torres que le dan un aguerrido aspecto de fortaleza en el que su arquitectura deja ver el paso de los siglos y de los estilos artísticos.
Pero La Ribera también es tierra de palacios, iglesias y castillos de singular belleza que fueron construidos con gran detalle en su edificación y en el diseño de sus estancias.