Departamento de Cultura y Política Lingüística

Gure Artea 2004 - Presentación

Presentación
Artistas
Exposiciones

Técnica Vasca
Peio Agirre


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Hace unos años escribí en un texto titulado Basque Report que "actualmente en el País Vasco, regionalismo y globalidad coinciden de manera compleja. Por un lado, la sociedad vasca navega entre la búsqueda de una identidad símbolos visibles que den sentido a esta búsqueda. Por otro lado, el desarrollo económico y social vinculado a la creciente implantación del sector terciario está produciendo transformaciones visibles en el día a día. A esta nueva construcción nacional impulsada desde el discurso político y sabiamente recogida por el sector económico, se le ha denominado como Euskopolis".

Añadiría ahora, que esta nueva Eurociudad surgiría de la unión simbólica de Bilbao, Vitoria-Gasteiz y San Sebastián, convertidas ya en cada uno de los vértices de esta forma Y.

Como si de un guión futurista de ciencia-ficción se tratara, el pasado es filtrado y recombinado bajo capas temporales, innovaciones tecnológicas y la constante transformación de la economía, donde los ideales de progreso [como algo a la vez necesario-inevitable] parecen querer sublimar el trauma o el conflicto. Este énfasis en la técnica y en las telecomunicaciones, donde la compañía telefónica Euskaltel funciona como estandarte, vendría a suplantar las ruinas de un pasado industrial, ya convertido en una forma reciente de antigüedad, donde lo no-moderno o pre-moderno socavarían las cuotas imprescindibles del estado de bienestar.

Aquel texto, mejor llamarlo informe, continuaba de la siguiente forma: "Euskopolis se extiende sobre todas las capitales, descentralizando la base del control social y del poder económico, difuminando los límites entre el centro y la periferia, la ciudad y el campo, etc. Este efecto deja un mapa lleno de contrastes y anécdotas divertidas donde lo considerado como tradicional convive con lo considerado como moderno".

Siguiendo con esta tesis, que el teórico post-colonialista de origen indio Partha Chatterjee reflexiona sobre que "el proyecto nacionalista es inseparable de una política de modernización, e inherentemente conlleva todas las incoherencias programáticas de ésta. Un impulso nacionalista, debe siempre ser parte de una política mayor que trascienda el nacionalismo; de otra forma la consecución de su objetivo anterior, la independencia nacional, lo deja sin contenido".

Sobraría añadir que las consecuencias de todo esto se traduce en una obsesión por el futuro. La previsión de riesgos, el control, la negociación y la creación de escenarios son algunos de los rasgos de este énfasis en el futuro.

Juanjo Gabiña, un personaje secundario, casi del recuerdo, pero cuya influencia en la construcción del presente ha sido sustancial, ya trazaba las líneas maestras de la necesidad de universalización de la identidad vasca en un informe titulado Euskadi y su futuro.

En otro estudio de Prospektiker Erakundea [Instituto Vasco de Prospectiva] del que Gabiña fue fundador y director, este futuro, ya convertido en presente, se dibujaba con esa mezcla de optimismo y pesimismo propia de los utopistas. Los objetivos de estos escenarios consistían en acometer la correcta programación socioeconómica, la óptima planificación de recursos y servicios públicos [ej. el transporte público] con la previsión de riesgos [ej. el envejecimiento de la población].

Como una consecuencia del debate acerca de la modernidad, la cuestión de lo universal en contraste con lo particular adquiriría en el caso vasco [como por otra parte en cualquier otra situación donde el nacionalismo está a la orden del día] una relevancia que no habría que leer exclusivamente en claves nacionalistas, sino más bien en claves meramente progresistas.

Cada año el Gobierno Vasco concede los premios de "Vasco Universal" que recaen anualmente en importantes personalidades del mundo de la cultura, la economía o el deporte por su condición de "universales" o, lo que es lo mismo, por haber destacado y haberse dado a conocer internacionalmente gracias a su labor o talento. En arte, tanto los escultores Eduardo Chillida como Jorge Oteiza lo obtuvieron, ya convertidos ambos en una forma de modernidad antigua.

Es ya una frase hecha en presentaciones muy generales el que, sobre todo el primero de ellos, fuera un "vasco universal" o, el matiz es bien diferente, que fuera "vasco" y "universal".

En todas esas situaciones que estamos intentado describir aquí, vemos el conflicto discursivo entre las demandas de lo particular y las de lo universal, confirmando la identificación fundamental de Chatterjee sobre la contradicción de la posición nacionalista: el intento de universalizar una particularidad.

Debería entenderse que esta crítica no implica una aprobación del universalismo, pues hemos visto, por ejemplo, a los Estados Unidos defendiendo sus propios intereses nacionales en las acciones unilaterales que ha adoptado en política exterior. La oposición entre lo universal y lo particular esta más bien incrustada como una contradicción.

Algo parecido ocurriría a la hora de hablar del arte realizado. La cuestión clave aquí [quizás amparada bajo el manto del multiculturalismo, y cabe mencionar la presentación del legado de Jorge Oteiza en la red de Museos Guggenheim como garante exclusiva de una universalidad "verdadera" hasta ahora irresuelta], residiría en su grado de especificidad, en hasta qué punto es necesario rebajar el discurso y la complejidad de las referencias para que éstos sean accesibles y entendibles, digamos, a alguien extranjero sin un conocimiento meridiano de la historia o el contexto del que estos artistas surgen y a los que en sus obras aluden. O para decirlo de otro modo, ¿hasta qué punto el cripticismo es vital a la hora de mantener o enraizar las obras o, por el contrario, todo aquella obra realizada [y ahora podríamos añadir, en cualquier otro lugar del mundo] bajo condiciones de especificidad cultural singular debe poder interpretarse, entenderse, analizarse, empaquetarse y cómo no, comercializarse bajo un mismo consenso interpretativo?

Aquel informe, Basque Report, que daba cuenta de algunas prácticas locales lo concluía de la siguiente manera: "la creciente estandarización de los estereotipos de "lo vasco", construidos desde la necesidad de crear al Otro [enemigo, rival o amigo], y la progresiva mediatización de la situación vasca deja entrever que cada vez más artistas van a trabajar a partir del contexto social y político local. El riesgo siempre estará en su recuperación interesada. Conscientes de que el mejor arte siempre será aquél que no esté políticamente alineado".

Creo que estas palabras deben ser matizadas ahora, sólo cuatro años más tarde, pues el sentido de "políticamente alineadas" ha sido a menudo malinterpretado. Lo que aquí nos es relevante y se ha podido constatar en repetidas ocasiones es la inadecuación del término de "arte político" entendido como categoría artística para describir cierto tipo de arte. Este malentendido provendría del hecho de que gran parte del arte vasco del momento [y esto ha sido una constante a lo largo de la historia, recuérdense las polémicas en torno a la escultura formalista durante los años ochentas] es tan específico y particular que muchas veces resulta difícil acercarse desde el exterior.